domingo, 27 de mayo de 2012

DAMIENHIRSTLAND en la Tate Modern

El 15 de septiembre de 2008 Damien Hirst dejó boquiabierto al mundo. Mientras las obras del artista británico recaudaban 140 millones de euros en una subasta masiva, prescindiendo por primera vez en la historia del sistema tradicional de las galerías, se hundían los mercados financieros con el colapso de Lehman Brothers, dando pie a una era de crisis mundial.


Pero la franquicia Hirst no sólo ha logrado sobrevivir a la hecatombe, sino que además parece estar en su mejor momento. Tras presentar su obra, a principios de año, en una amplia selección de galerías privadas tiene lugar su mayor retrospectiva hasta la fecha.


Va a hacer ya casi dos meses de la apertura de la polémica exposición en la Tate Modern de Londres, que abrió sus puertas el pasado 4 de abril. Si nos introducimos en la web del museo ésta se nos anuncia como un gran acontecimiento, una cita ineludible con una afluencia de público más que notable.


Damien Hirst es un tipo de extremos, sin duda, con una pasado un tanto truculento, al que la gente adora u odia, sin términos medios. Nace en Bristol en 1965 y crece en Leeds. Formará parte del grupo YBAs ("jóvenes artistas británicos"), convirtiéndose en el más prominente del mismo, así como en el artista vivo mejor pagado. Durante su infancia le faltó una figura paterna y a la materna no le hacía grandes aspavientos. Asiste a la Universidad de Leeds, donde estudia Arte y Diseño. Luego estudia Bellas Artes en Goldsmiths, Londres. Siendo estudiante, trabaja a tiempo parcial en una morgue (depósito de cadáveres), experiencia que le influirá a posteriori en la elección de los temas y materiales de su obra. Admite haber tenido problemas con el alcohol y las drogas a partir de los 90, más sus excesos terminan en 2002. Actualmente está casado con la californiana Maia Norman, con la que tiene 3 hijos. Vive en una gran casa de campo, una posada de 300 años de antigüedad, situada en el norte de Devon (al sudoeste de Inglaterra).  


La muerte es el tema central de su obra, siempre rodeada de gran polémica, más o menos premeditada, y por consiguiente de un gran seguimiento mediático. Sin embargo Hirst se ha convertido en un artista consagrado y esta polémica ya no se refiere tanto a la temática de su trabajo o su personalidad sino a la inimaginable suma de dinero que posee. Se le calcula una fortuna superior a los mil millones de dolares, siendo más rico que otros conocidos magnates británicos como Mick Jagger o Elton John. Hirst es un "artista-empresario", pues domina a la perfección el arte de ganar dinero, mucho dinero, pero no siempre fue así. Durante su juventud, mientras sus compañeros empezaban a ascender como la espuma a él apenas le hacían caso. Todo empezó a raíz de una exposición que realizó en julio de 1988, en en un edificio abandonado de Londres, junto a algunos de sus compañeros de la Goldsmith College. Uno de sus profesores convenció a Charles Saatchi, Norman Rosenthal y Nicholas Serota para que visitaran la muestra. Dos años después, Saatchi acudió a una nueva exposición de Hirst y quedó impresionado ante la obra "Mil años", una gran caja transparente con gusanos y moscas revoloteando en torno a la sangrante cabeza de una vaca. Saatchi quedó tan maravillado que compró la obra y fue entonces cuando apadrinó a Hirst, que se convirtió en la figura más notable de los llamados YBAs.


Así empezó todo, más no nos desviemos del tema fundamental, su exposición en la Tate Modern. Lo curioso del asunto es que hace ya varios años que el propio Hirst anunció que jamás expondría en ese "templo británico del arte contemporáneo". Pero parece ser que el tiempo le ha hecho cambiar de opinión.
"También dije que no me gusta la gente que no fuma y ahora yo mismo ya no fumo. Las cosas cambian. Era mucho más joven cuando dije eso, cuando pensaba que los museos son para artistas muertos. Te haces mayor. Ahora tengo tres hijos y creo que cuando era joven también dije que nunca tendría hijos", se justifica.
Pero esta muestra parece una hábil maniobra comercial que interesa a ambas partes. Circulan rumores de que sus galerías tienen verdaderos problemas para deshacerse de todas sus obras ante un mercado del arte que se va enfriando. El artista ganará publicidad en un momento tan complicado en el que se estaba produciendo un atascamiento de sus ventas y de su cotización en los mercados. Un buen motivo para olvidar las viejas promesas. Y por supuesto la pinacoteca se suma al año olímpico, pues muy probablemnete se lleve la medalla de oro de asistencia de entre la oferta cultural londinense que coincide con los juegos.


Hirst es un artista prolífico, produce en cadena. Aunque para ello ha dejado de ser el único responsable del proceso de creación, pues un ejército de prometedores artistas, o artesanos, fabrican sus obras. A pesar de su innumerable producción la muestra se reduce a 73 piezas que abarcan un periodo de 22 años.
"Para hacer arte al nivel que yo quiero, tengo que contratar a otras personas", se defendía Hirst. "Prada tampoco hace sus propias prendas, ni (el arquitecto estrella) Frank Gehry construye él mismo los edificios y nadie los descalifica".  
El olor a colillas se apodera del ambiente nada más entrar en la exposición. La obra que recibe al visitante en la primera sala es una fotografía tomada durante su juventud en la que aparece el propio artista posando en una morgue con una inquietante sonrisa junto a la cabeza seccionada de un hombre.
En el centro de la muestra encontramos su famoso tiburón nadando en un contenedor de formol. Con " La imposibilidad física de la muerte en la mente de alguien vivo " cautivó la atención de galeristas e inversores en 1991. Larry Gagosian fue el marchante encargado de su venta. Steve Cohen adquirió la misma por 12 millones de dólares. En 2006 el ejemplar original tuvo que ser sustituido sustituido por uno nuevo, debido a la descomposición del pez original.

Entre lo más llamativo de este "parque de atracciones" están también las vacas seccionadas, la oveja blanca y, más adelante, la oveja negra. Ésta última preside una pequeña pero inquietante sala dominada por un enorme tapiz redondo de color negro brillante y de textura rugosa. "Sol negro" fue creado en 2004 con cadáveres de miles de moscas incrustadas en resina.
Seguimos caminando por la muestra cuando de pronto irrumpe en escena una empleada de la pinacoteca que atraviesa las salas armada con un cazamariposas. Sorprendidos por la "performance" —¿formará parte del show?—, iniciamos su persecución hasta las salas 5 y 6. Allí encontramos reproducida, por primera vez desde la exposición original de 1991, la instalación "In and out of Love". Tras una cortina doble de plástico transparente, emerge el paisaje de jardín botánico con el que el "enfant terrible" del arte británico comenzó a experimentar a gran escala con la dualidad vida y muerte. Decenas de mariposas revolotean libremente de flor en flor, y de cabeza en cabeza. Una humedad relativa entre el 50 y el 70% y la temperatura de 25 a 30 grados, que se requieren para el bienestar de estos lepidópteros, desorientan los sentidos. En las paredes blancas se transforman ya varias crisálidas, que en pocos días darán vida a nuevas moradoras de la sala. Luke Brown es el encargado del cuidado de las mismas. "La verdad es que hacemos todo tipo de cosas con ellas", explica. "Aquí solo nos han pedido recrear lo que se hizo en 1991", aclara. Las mariposas viven de media dos semanas, por lo que la empresa para la que trabaja irá trayendo distintas especies de granjas de Inglaterra para mantener esta extraña comunidad artístico-científica en 150-300 ejemplares.

Otra de las atracciones que llamarán la atención de los visitantes serán los contenedores con moscas que van dando vueltas enloquecidas en torno a la cabeza sangrante de una vaca.


Pero sin duda la exposición culmina en la Sala de las Turbinas. La Tate, cómo no, se ha guardado un as bajo la manga para atraer a la muchedumbre. Esta sala está reservada a la exhibición de la famosa calavera de diamantes "Por el amor de Dios" (2007). A diferencia del resto de la exposición, que es de pago (14 libras, casi 17 euros), la calavera puede verse de forma gratuita. La inmensidad de esta sala tiene la ventaja de que permite organizar adecuadamente las colas que se forman para poder acceder al pequeño cubículo oscuro que aloja la pieza. Se trata de un cráneo con dientes humanos sobre el que se ha modelado una escultura de platino en la que se han incrustado 8.601 diamantes. Por contra, aunque la exposición cerrará sus puertas el 9 de septiembre, esta pieza será sólo exhibida durante dos meses y medio, por cuestiones de seguridad y agenda. Propiedad de un consorcio en el que participa el propio Hirst, el cráneo está de gira perpetua desde su presentación en Reino Unido hace cuatro años.
“¿Por qué soy tan rico? No lo sé. ¿Quizá porque tengo suerte? No sé cómo contestar a esa pregunta. Porque la gente ha comprado mi trabajo por mucho dinero. Creo que usted se refiere no a por qué soy tan rico, sino a si debería ser tan rico”. 
La obra de Hirst divide al mundo del arte. Entre sus más feroces opositores está Julian Spalding, un crítico, escritor y comisario que acaba de escribir un libro en el que define la obra de Hirst como “con-art”, arte-timo, arte-camelo, y que lleva el provocativo subtítulo de “Por qué debería usted vender sus Damien Hirst ahora que puede”.


En definitiva, la muestra enfrenta al artista más mediático de su generación con el público. Sólo por ello y por el descarado "blockbuster" de la Tate Modern merece la pena. Queda patente la asombrosa la habilidad de Hirst para reciclarse, pero ¿será qué necesita esta vez de un museo de tal envergadura para deshacerse de su sobreproducción y reforzar su estatus?

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